Un rey que la ha sudado
Cuando llegué a
la Puerta de Oro a mediados de los noventas, lo hice como lo ha hecho y lo sigue
haciendo la gente de la provincia, atestado de sueños por un mejor porvenir.
Qué emoción más grande me producía llegar a estudiar a la capital del Caribe,
la casa del ¡Junior tú papá!, también la del siempre majestuoso e imponente
Carnaval de Barranquilla.
Y fue justo este
último acontecimiento mi gran bienvenida a la ciudad. Como es usual en las
instituciones académicas barranquilleras, el comienzo de año se aprovechaba
para trámites de matrículas, las clases debían comenzar en víspera de Carnaval,
luego se interrumpían en honor a las fiestas.
Sin presiones
nos adentrábamos por primera vez en el cosmos universitario, los profesores muy
poco aparecían por las aulas, el ambiente todo, estaba arropado por música de
tambor y pregones carnavaleros. No obstante, nosotros, los primiparos, nos
manteníamos imperturbables con nuestros cinco materias bien marcados y con los
hermosos bolígrafos, regalos recientes de grado de bachiller, añorando uso. De
reojo hacíamos seguimiento a los efusivos acontecimientos de nuestro gozoso entorno.
En esa época al
finalizar las tardes, era rutina ver en el coliseo de la universidad a muchísimas
personas vestidas con tenis, yines y polleras. Se trataba del grupo de danza
del Alma Mater, dirigido por un joven entusiasta, que con absoluto sentido de
pertenencia se tomaba muy en serio, los ensayos de lo que sería la próxima
participación del colectivo en las carnestolendas.
Mientras yo, atiborrado de vallenatos tradicionales, flaco
en extremo, teniendo la convicción de que estaba de moda lucir camisas dos
tallas más grande, con un poderoso escapulario en el cuello, y pretendiendo verme
guapo con una colita de caballo a pesar de mi cabello 888, observaba de lejos la
novedad de aquel mundo multicolor, el cual encontraba provocativo y jubiloso.
Pero la
palpitación llegó a su clímax, cuando en medio de la multitud de mi primera
batalla de flores, pude ver como se acercaba la bandera con el estandarte de la
universidad y detrás el más sincronizado espectáculo de baile de toda la
jornada, el garabato de mi unilibre, con su director llevando un disfraz que
representaba la muerte, cumpliendo a cabalidad la doble función de danzante y
responsable de la impecable coreografía. Me sentí orgulloso y me prometí estar allí
en los próximos años.
Así como la
calidad académica de la universidad sigue siendo reconocida en la región, su
grupo de danza, con el Garabato de la Libre a la cabeza, se constituye como un
referente cultural de la ciudad; de ello da cuenta dieciséis Congos de oro y
demás distinciones otorgadas. Ahora, es
importante resaltar que de ese número de Congos, quince los ha conquistado un
mismo director; sí, el muchacho serio y comprometido con la tradición de
aquellos años, el que por su entrega y dedicación hoy tiene más que merecida la
honra de ser valorado por la ciudad y todo un país, como el principal
protagonista de la fiesta cultural más importante de Colombia; es Ricardo
Sierra Vásquez el genial Rey Momo 2018 del Carnaval de Barranquilla.
regresando@hotmail.com
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