La maldición que queda en Polonuevo
Había recibido
una invitación muy especial, nada más y nada menos que al acto a través del
cual, el municipio de Polonuevo pondría fin a una “maldición” que los había acompañado
por 55 años. La familia Palma pediría perdón por la destrucción del Cristo del
Dolor acaecida en 1963, hecho al que se le atribuyen grandes tragedias
ocurridas en ese territorio. Me pareció algo serio, por tratarse de las
creencias del pueblo, como macondiano, por lo novelado de la historia. Así que
no dude en ser testigo de tan inusual acontecimiento.
Pero antes de llegar a la plaza, donde se realizaría tan
solemne acto, quise saludar a un amigo;
no estaba seguro de su dirección, por lo tanto me detuve frente a un pequeño
parque para preguntar. Allí encontré a unas quince personas reunidas, en su
conjunto adultos mayores, con semblantes y atuendos un tanto desprolijos, pero gentiles y prestos al extraño que se les acercaba. Los saludé a
todos de mano, recibí de vuelta una respuesta generosa y confiada, la cual
deduje de sus ampulosas sonrisas. Uno de los que viajaba conmigo, me dijo al oído con un dejo de preocupación, “No
te demores mucho aquí… mira que estamos en el parque de los Picha Muerta”. Giré
para verle la cara a mi amigo y solté una carcajada de esas que uno tiene
guardadas para momentos insuperables. Luego volví a los rostros humildes de
quienes ahí compartían; y reconocí en su aspecto la escasez y al mismo tiempo
la tranquilidad. Uno de ellos era custodio de una botella de ron Blanco, otro, el encargado de conseguir los recursos
para mantener el gozo, es decir vendía boletas que no tenían premio, pero si un
precio módico, mil pesitos, al que ningún visitante se podía negar.
No aguanté más y decidí preguntar públicamente si era
verdad, que ese era el famoso parque de los “Picha Muerta”. Después del
interrogante era como si todo se hubiera congelado por un eterno instante, los sonidos se pudieron apreciar en
su individualidad y como en cámara lenta; me miraron con fijación y entonces
con profusa emoción asintieron al mismo tiempo, exhibiendo algo de vanagloria.
Pues reconocen que ser del parque de los “Picha Muerta”, es hacer parte de un
equipo que saca sonrisas en el pueblo.
En ese momento le pedí a mis cuatro acompañantes, quienes
esperaban en el carro, que se acercaran;
una vez a mi lado los presenté, luego les hice un favor que al día de hoy no me
agradecen, solicité para ellos cuatro formularios de inscripción para hacerlos miembros
del parque. Todos se retorcieron de la risa.
Luego lo de la plaza, fue tan exótico y repleto de
realismo mágico, que da para escribir una novela. Lo ha resaltar, el perdón que
supone el fin de la maldición. Menos mal que la otra maldición, la del parque
pequeño a sus miembros ya no los perturba.
Polonuevo la paz sea contigo, disfruta de tus historias.
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