El Carnaval desde la Tienda de la Esquina




Para disfrutar la gran fiesta de Barranquilla, a veces es suficiente con su brisa.

A propósito del ambiente de carnaval que se vive en la Puerta de Oro de Colombia, les contaré la historia de Mingo, un sabanero de pura sepa que se ganaba la vida como mensajero de una prestigiosa clínica en la ciudad.

Cuando llegó a Barranquilla Mingo tenía 24 años cumplidos, hoy tiene 44. Al respecto y de manera jocosa  en una ocasión se le oyó decir,

“Con todo lo que he apretado por el junior en tanto tiempo, tengo derecho a sentirme tan barranquillero como los tres pelaitos que nacieron hoy en la clínica”.

De él supe un día, en el que coincidimos en la atestada sala de espera de la clínica donde trabaja; yo esperaba a un familiar y miraba televisión, él aguardaba por unos paquetes para salir a cumplir con las entregas diarias y también veía televisión. Estaba sentado a mi lado cuando le sonó el celular. Tenía por timbre una melodía de carnaval que llamó la atención de todos los presentes, Mingo sonrió orgulloso y con ánimo de charla me dijo,

“ya esto está prendido, se siente el ambiente de carnaval por todas partes”

“-Cómo no lo va sentir, si lo lleva permanentemente en el celular”,

pensé.  Entonces le dije, presumiendo su mala economía y tratando de ser aguafiestas,

“ahh… pero ya no se puede participar del carnaval, todo es muy costoso…”

Mingo se quedó pensativo un instante y con aire de profesor universitario me respondió,

“Precisamente por eso, hace dos años diseñé una técnica para no tener problemas en las fiestas, tengo un pato que es el encargado de toda la parte económica”

Lo miré﷽﷽﷽﷽﷽﷽﷽﷽ato que es el encargado de toda la parte econuy caro...on las entregas.é extrañado, de inmediato me explicó que se trataba de una alcancía en forma de pato que llenaba durante todo el año exclusivamente para los carnavales, porque bastante había sufrido en tiempos anteriores por ese motivo.

La recepcionista interrumpió nuestra charla, tenía preparados los documentos que se llevaría Mingo para repartir por toda la ciudad en moto.

Después de ese día no supe más de Mingo, pero no dejaba de pensar en la disposición e importancia con que aquel sujeto recibía la notable fiesta autóctona barranquillera, tanto, que de lo poco que se ganaba durante todo un año ahorraba para poder participar de las festividades.

Durante su tiempo en Barranquilla Mingo logró desempeñar labores como jardinero, asistente de tienda,  vendedor de tarjetas de navidad y ya tenía 4 años de estar de mensajero en esa clínica. Lo advertí como un tipo bonachón de 1.64 de estatura,  más bien regordete que aunque, según él,  novias no le habían faltado, seguía soltero.

Un día cualquiera, después de los carnavales regresé a la Clínica y mientras esperaba me acerqué a donde la recepcionista a preguntar por Mingo, me informó que estaba por la calle, le pregunté sonreído si aún seguía con su espíritu carnavalero y la funcionaria me respondió:

“Que va, si ese se pasa todos los días del carnaval metido en una tienda”

“¿Cómo así?”,

Pregunté. Y ella me contestó que en época de carnaval con seguridad lo podía encontrar en la tienda “Santander es Aquí”,  en el barrio Montecristo. Que ella era  su vecina y a toda hora lo veía echando cuentos y tomando cervezas en ese lugar.

Me pareció muy extraño lo referido por la chica, pues Mingo me había dicho que ahorraba para disfrutar el carnaval y en la ciudad en esos días de fiesta había más  de 200 eventos simultáneos para todo tipo de bolsillo, de manera que no me resultaba creíble la versión  del Mingo tendero.

Cuando habían pasado algunos años me lo encontré de nuevo, estaba sentado en un bordillo frente a un almacén de ropa, lo saludé con afecto y le pregunté sobre su vida,  emocionado me dijo que se había casado, que ya no trabaja en la clínica, que ahora estaba dedicado al comercio. Lo felicité y sin aguantar la curiosidad, le pregunté:

 “Oye Mingo, ¿es verdad que tu ahorrabas todo el año para pasar los carnavales y terminabas los cuatro días de fiesta en “ Santander es Aquí”, una tienda por tu casa?”

Mingo sonrió con amplitud y me respondió con energía en su voz:

“Sí jefe, esa es la verdad. En esa tienda he pasado los mejores carnavales de mi vida, gracias a ello conseguí lo que más quería y nadie imaginó… pude enamorar a la dueña jajaja… eso sí, mientras lo hacía el Pato me ayudó a pagar todas las cervezas, las de ella y las mías jajaja”.

Mientras nos reíamos salió del almacén  una señora de tez blanca,  ojos verdes, quizá de la misma estatura de Mingo, aunque se advertía algo mayor.  Mingo le dijo extendiéndole la mano para recibirla:

“Mi amor ven para que conozcas a un amigo…Jefe le presento a mi esposa” .

Después de la cortesía, Mingo puso una de sus manos en el bolsillo del pantalón, sacó una llave, espichó un botón y sonó de inmediato un pito seco y corto, le quitaba la alarma a una camioneta con vagón de reciente modelo. Sus palabras de despedida fueron:

“Bueno Jefe, nos vemos. Tenemos el negocio solo. Ya sabe por allá a la orden…”

Comprendí entonces que para disfrutar el carnaval a veces es suficiente su brisa, que aunque para muchos puede ser un pretexto, también puede ser una oportunidad para vivir diferente por un tiempo ó para toda la vida, sobre todo si se organizan con un pato como lo hizo Mingo.



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