La disciplina Liberal
Yo tendría unos doce años, y aunque mi memoria de forma recurrente me
deja en mala posición, hay una serie de recuerdos de mi infancia que por alguna
razón, sin buscarlo deliberadamente, se han
quedado para siempre conmigo, por ejemplo el día en que aprendí a manejar
bicicleta, ó aquella noche en que presté
todos mis ahorros de la alcancía a un tío en dificultades, (aún espero el
dinero de vuelta, indexado por supuesto). Pero hay una evocación en particular
que sin proponérmelo, ha demarcado mi camino político, la imagen de mi abuelo
Luciano, con su seriedad, porte y elegancia, bien temprano en la mañana de un
domingo electoral, acomodando orgulloso la bandera carmesí del Partido Liberal,
en la ventana de su casa.
Sin dudas fue esa la semilla que ayudó años
después, a decantar una militancia activa en el Partido Liberal mientras estudiaba
en la Universidad Libre. Comencé a conocer de la historia de prohombres como el
General Benjamín Herrera, Rafael Uribe Uribe, y Jorge Eliecer Gaitán, cuyo
compromiso con el pueblo era sagrado e indisoluble. Estudiarlos se constituyó
en un claro laboratorio de liderazgo; pasa el tiempo y no dejan de ser referentes
de quienes con verdadera vocación social, han seguido trasegando con absoluta pertenencia
por la causa patria. Me resultaba especial que todos ellos estuvieran arropados
con el mismo trapo rojo, que desde la niñez me era familiar.
Y ahora, después de tantos hitos
históricos aportados en el devenir de la República, nos encontramos con las
elecciones presidenciales de este fin de semana; y aunque el Partido Liberal
tiene candidato propio, los augurios no son alentadores, todo lo contrario, se
prevé que la colectividad salga maltrecha en demasía de dicho proceso. Todo
ello, fruto de una seguidilla de malas decisiones que han desnudado la falta de
coherencia política de quienes lo regentan en la actualidad. Un partido sin unidad, sin cohesión, con su liderazgo
disperso buscando mejores aires; y los pocos que quedan, al ser consultados sobre
su preferencia electoral, terminan con la amarga sentencia de que por “disciplina
partidista”, que se traduce en: “no por gusto”, votarán por el candidato rojo, aunque en el
fuero de su intimidad y hasta con dolor, alientan otras
candidaturas con serias posibilidades de triunfo.
Pese a lo anterior debemos salir a votar, no
queda sino anhelar que el resultado de los comicios sea lo que más convenga a
nuestro País. Y en lo que corresponde al Partido, esperemos que la nueva generación
de liberales que comienza a emerger, asuman el reto de levantar de su lastimera
situación al glorioso Partido político; que logren despertar nuevamente el fervor
en las bases, que escudriñen su historia que es fuente de inspiración y
sabiduría, y que con sus acciones
generen otra vez la convicción de
que el de la bandera roja, es el mejor partido político de Colombia, incluyente,
democrático, participativo, y con lo social como prioridad.
Pase lo que pase este domingo, ¡que viva
el Partido Liberal!.
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